lunes, 23 de junio de 2008

Muérete

Sí Sí, tú, el que noche tras noche golpeas a tu mujer hasta dejarla sin sentido. El que tarde tras tarde se baja al bar en busca de un consuelo efímero que poco después traerá consecuencias para la madre de tus hijos. A ti, ese hombre que antes de solucionar cualquier discusión con la palabra utiliza la fuerza. Tú, que prefieres golpear a la mujer que una vez amaste antes que reconocer una derrota. ¿Qué pasa contigo amigo? ¿Somos hombres o animales? ¿Cómo puedes comportarte así?

Seguro que ahora mismo te sientes orgulloso, seguro de ti mismo. Confías en tu relación de pareja, ella nunca te abandonará, tú eres el hombre. Gracias a tu actitud, tu pareja sufrirá tus humillaciones continuamente. La someterás a una estricta sumisión, para así, sentirte más contento, y de la misma manera, para evitar que peligre tu situación de poder en este juego de dos, ese escenario que tanto te gusta.

Aún así, seguro que me dirás: “yo la quiero”. Si la quisieras, maldito bastardo, la mujer a la que un día amaste luciría una sonrisa espléndida, en vez de moratones y cicatrices. Confundes amor con dependencia emocional, que a su vez es el desencadenante de tu conducta violenta, ¡animal! A menudo aparecerán en tu cabeza sentimientos contradictorios hacia tu pareja. Un día la necesitas, la quieres, y al siguiente notas en tu cabeza una hostilidad que surge de tus instintos más infantiles. En tu mente te dedicas a elaborar una dicotomía que desembocará en la célebre cita de: “la maté por que era mía”.

Me das asco amigo. Tu sentimiento de violencia se encuentra camuflado debajo de una coraza de fortaleza. Te sientes fuerte, seguro de ti mismo, con confianza, pero en realidad eres un hombre con muchas carencias emocionales y muy poca valoración en ti mismo. A menudo eres incapaz de mostrar sentimientos hacia el resto de personas que te rodean, y a menudo, sofocas tus amarguras con un par de tragos o con alguna sustancia que te hace convertirte en Mister Hyde.

Todo comenzó cuando tu comportamiento se parecía más al de un niño de 10 años que al de un adulto con responsabilidades. Empezaste a convertirte en un ser muy susceptible. Respondías con más agresividad de lo normal, y encontrabas motivos para crear una situación de conflicto de la nada. A continuación tu tensión explotó, y se convirtió en violencia. Fue entonces cuando le agrediste por primera vez. ¿Te dolió? ¿Te gustó? ¿Te sentiste más hombre?

Tras la agresión apenas pudiste contener tu sentimiento de culpa. Le pediste disculpas, le hiciste regalos y le mostrases de mil maneras tu arrepentimiento. Le dijiste que nunca más volvería a ocurrir, que ibas a cambiar, que todo volvería a ser como era antes. Pero poco a poco, y con el paso del tiempo, la historia se volvió a repetir. El sentimiento de culpa fue mitigándose mientras el de los celos y odio fue creciendo. Casi sin darte cuenta volviste a agredir a tu mujer.

¿Sabes lo que conseguiste con tus golpes? Que tu mujer se fuese convirtiendo en un juguete roto. Ella sin saberlo comenzó a ver como normal los golpes y las palizas. Sufrió un incremento de la habilidad para afrontar estos estímulos adversos, y consiguió minimizar el dolor que tú le infligías. También conseguiste que cambiara la forma de verse a sí misma, a los demás y al mundo.

Al principio se sintió confusa y desorientada. Llegó a renunciar a su propia identidad, y conseguiste que atribuyera a ti, el agresor, aspectos positivos que le ayudaban a negar la realidad. Después la dejaste sin fuerzas, la desactivaste debido a la falta de sentido que mostrabas en tu comportamiento. La dejaste sola, aislada de su entorno familiar y en constante tensión ante cualquier respuesta agresiva por tu parte.


¿Estás contento? ¿Ya la tienes donde querías? Sola y desamparada, excluida del mundo que le rodea y de las personas que realmente la quieren y cuidan. ¿Te sientes mejor? ¿Acaso eres más feliz ahora? Lo dudo amigo. Ahora te has convertido en una bestia, en lo más bajo y despreciable del ser humano. Eres una especie anterior al Homo sapiens. Diez millones de años de evolución, para que ahora vengas tú a sacarnos de nuestras casillas.

¿Sabes lo que te digo? Que un día Dolores, tu Dolores, cambiará su nombre por libertad. Y ese día lo celebraré enérgicamente. Y a la vez, ese día tú te pudrirás una serie de años en la cárcel. Donde tendrás tiempo para reflexionar sobre tu comportamiento y sobre mis palabras. ¡Escúchame! Que todavía estás a tiempo, ¿quién te crees que eres tú para maltratar a nadie? Sí me haces caso aún estamos a tiempo, sino acabarás en el hoyo.




*Práctica de Géneros Argumentativos

1 comentario:

yasmin dijo...

vileqnyTengo los mismos sentimientos expresados aquì, hacia mi propio hijo que tiene esa actitud con su pareja y su pequeño hijito, mi dolor de madre es tan grande! yo misma engendrè esta bestia! increìble! mi esposo jamàs nos levantò la mano y el de niño recibiò todo lo que pudimos darle, pero que horror saber que ahora con 22 años recièn cumplidos siembre el terror con su violencia, también para con nosotros sus padres, y sus hermanos, yo mismo lo entregarè a la justicia!